Tema 23 y 24. Trastorno del espectro autista.

 


Hoy queremos compartir con vosotros un pequeño resumen de los temas 23 y 24 de las oposiciones al cuerpo de maestros de pedagogía terapéutica. En estos dos temas se abordan las necesidades educativas especiales del alumnado con Trastorno del Espectro Autista, TEA, tanto la identificación de estas necesidades como los criterios para la elaboración de adaptaciones curriculares.

Comenzaremos el tema, como siempre lo hacemos, hablando de la necesidad de adoptar un enfoque inclusivo, tanto a la hora de identificar las necesidades, como en la intervención, de acuerdo con las directrices marcadas por la ley vigente, la LOMLOE, Ley Orgánica 3/2020 que modifica a la LOE, así como por las recomendaciones de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados en ella y con los que España se encuentra comprometida. Concretamente, resaltaremos el ODS nº 4, "Una Educación Inclusiva de Calidad". En esta línea se adoptará como principio fundamental la educación inclusiva, atendiéndose la diversidad de las necesidades de todo el alumnado, mediante los principios y pautas del Diseño Universal del Aprendizaje, DUA.

Queda claro, por tanto, que las necesidades de todo el alumnado y también las del alumnado con autismo, se atenderán bajo el paraguas de la inclusión. Una vez establecido este principio pedagógico que nos guía, en el siguiente apartado delimitaremos en qué consiste el Trastorno del Espectro Autista, tanto para poder identificar sus necesidades en el tema 23, como para poder elaborar las correspondientes adaptaciones en el tema 24. 

Hemos de tener presente que el Trastorno del Espectro Autista, siguiendo la redacción de la LOMLOE y sus desarrollos normativos, queda englobado dentro del alumnado NEAE, Necesidad Específica de Apoyo Educativo y, en el subgrupo de NEE, necesidades educativas especiales, por afrontar barreras que limitan su acceso, presencia, participación o aprendizaje derivadas de discapacidad o trastornos de la comunicación y el lenguaje. 

El alumnado TEA es, por supuesto, heterogéneo y presenta características muy diversas. No obstante, las distintas clasificaciones diagnósticas establecen unos criterios de referencia. Estos criterios han ido evolucionando con la publicación de las sucesivas actualizaciones de los manuales diagnósticos y, también, con el cambio en la concepción que la sociedad tiene sobre los distintos trastornos. En el DSM-1 el autismo era considerado un síntoma más de la esquizofrenia. En el DSM-3 se introdujo por primera vez el término autismo infantil, propuesto por Leo Kanner.

Tanto Kanner como Hans Asperger coincidieron en describir el trastorno como una alteración en la capacidad de mantener una relación "normal" con los otros  y el entorno, apareciendo tempranamente en el desarrollo.

Actualmente, no se ha podido establecer un modelo explicativo completo, aunque se investiga entorno a alteraciones genéticas y neurobiológicas, como por ejemplo elevadas tasas de serotonina en determinadas regiones. Hoy en día, se considera un trastorno cognitivo del neurodesarrollo, que puede incluir un procesamiento de la información diferente.

El DSM-5 ha propuesto una modificación en la categorización del TEA, agrupando y englobando a otros trastornos que antes tenían su propia categoría, eliminando el término de trastornos generalizados del desarrollo.

Entre los criterios diagnósticos encontramos deficiencias en la comunicación y la interacción social y patrones restrictivos y repetitivos de comportamientos e intereses. Esto puede traducirse en deficiencias en la reciprocidad en las relaciones, dificultades para comprender las emociones del otro, sus puntos de vista, anomalías en el contacto visual, falta de expresión facial, movimientos o habla estereotipados o repetitivos, inflexibilidad o intereses muy restringidos y hiper o hipo reactividad sensorial. Debe comenzar en las primeras fases del desarrollo.